LA CHICA DE LAS PUERTAS TRASERAS

El silencio reina entre canción y canción, pero ya no hay tristeza.

La Navidad se acerca con su parca de cuadros rojos y negros mientras yo la observo de lejos fingiendo ser la señora de mi casa. Éste ha sido el año de cambios, poca lluvia y alerta por contaminación, en el que se me han muerto dos cactus y he abandonado personas, trabajos y estaciones de autobuses a lo grande. He dejado de ser la chica de las puertas traseras. 

No, no he llegado a hacerme con el robot de cocina y he vuelto a engordar ese par de kilos que me impide calzarme los vaqueros que tanto me gustan, pero he dejado de sentir culpa. Últimamente sólo sé que te extraño y que la fuerte marejada en mi pecho ha amainado, no sólo no te marchas, has comenzado a abrazarme en sitios públicos. 

Antes creía que sólo escribía cuando estaba triste porque tenía la extraña sensación de no merecer lo bueno que me estaba pasando. Hoy, quiero registrarlo todo, su olor, su sabor, sus pellizcos, quiero ser dueña en ambos lados de la vía, no quiero volver a olvidar-me en un cajón, quiero sentirme viva "a pesar de" y "con" todo, y no quiero dejar de nadar océanos por no tener quien me acompañe a comprar un bañador.

Te quiero y tengo miedo. Me fascina y aterra, a partes iguales, que no me necesites, y me siento inmensamente feliz.










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