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Mostrando entradas de mayo, 2015

NO HAS ENTENDIDO NADA

La respetas, porque es tu madre. A tu hermana que tan dignamente sacó adelante a la familia nadie la tose a tu lado. Tus amigas son lo máximo, se bancaron a todos y ahora tienen los mejores expedientes para el doctorado. Retwitteas sobre el derecho al aborto de las mujeres y en ella, en ella admiras la fuerza de sus alas, la belleza de su libertad en movimiento... Pero no, siento decirte, chico, que no, no has entendido nada. La señora que cocina en la universidad. Mi prima de quince que está cansada de que la silben por la calle. La que estudia en las noches para cumplir su sueño de acabar la elemental. Aquella de la que te reíste por tener piernas gordas y usar shorts . Aquella a la que aún no conoces. La chica que encontrarás en un bar. Aquella a la que después acosarás. A la que escribirás mensajes y pedirás más, insistentemente...  No, ninguna de ellas quieren que las mires como a tu madre. No quieren ser tenidas en cuenta como si fueran tus amigas o tus hermanas y no, tampo

ABYA YALA

Mis pies rasgan el suelo. El camino. Despejando de piedras cualquier incertidumbre o falsedad. Son las seis de la mañana.  Había tomado un mp3 prestado, una libreta y el deseo de volver a enamorarme. Según la báscula de la farmacia mi mochila pesaba exactamente siete kilos con doscientos gramos, pero sobre mi espalda cargaba con cerca de sesenta y cinco kilos más. Él me había ido dejando, de a poco, a días, a ratos y yo había quedado tan desdibujada, tan al descubierto, que sentía que necesitaba huir de Madrid.  Cada mañana, al ritmo de unas letras que ya siento mías , parte de mi álbum familiar, cruzaba la calzada y entraba al polvo y y su silencio infinito, y sin prisas, sin juicio, me dejaba caminar.  Hoy, cansada de obedecer a guardias y semáforos y perdida en un mundo que me obliga continuamente a entender, a esperar, me han vuelto con fuerza las ganas de recorrer a pie cada una de las heridas, de airear mis lágrimas en lo alto de un acantilado y de amanecer sin pret

ESCAPAR DE MÍ

Hasta los veinticuatro vivía con pena, con la sensación de abandono y desaprovechamiento de un cuerpo ávido de cariño. Manuel y yo dejamos de vernos porque según él yo no me relacionaba bien con sus amigos. Después de perder la cabeza en un botellón y acabar arrastrándome hasta su casa, nos despedimos sin ni siquiera un adiós, buena suerte y yo jamás tuve el valor de confesarle que al buscarle entre la masa en aquel descampado, su mejor amigo me había despreciado susurrándome al oído: "se ha ido al baño con mi prima, y ya sabes lo que eso significa".  Hasta los veinticuatro jamás tuve novio, y serio, lo que se dice serio, tampoco era. Entonces lo vivía con pena, con una sensación de abandono y desaprovechamiento de un cuerpo serrano ávido de cariño. Hoy, sin embargo, doy gracias a la Señora de la Cofradía del Santo Coño  por haberme protegido de mi fragilidad en el amor y de tanto hijo de pinochetista. Porque lo cierto es que no, no sé qué habría sido de mí si h

BLOWING IN THE WIND

Julio esperaba. De lunes a viernes trabaja en una empresa de márketing y publicidad, les llevaba las cuentas, pero pasadas las seis, era un hombre libre. Libre de presupuestos y albaranes. Libre para esperar. A ratos esperaba la suerte. Un trabajo nuevo. Un sueldo más alto. Más vacaciones y una plaza de garaje. Los sábados y los domingos solía pasear por el centro de la ciudad. Entonces esperaba el amor. Esperaba a Mariela. Con sus ojos azules y sus largos cabellos color azabache. La esperaba así, con esa pinta, aunque también esperaba a Pamela, de pelo corto y rubio y potentes caderas, y a Nuria, de melena asimétrica y una sonrisa de sandía. Esperaba el amor, eso ya lo he dicho. En agosto solía viajar a Castellón. Se tostaba en la playa y comía paella en los chiringuitos del puerto. Allí le gustaba esperar el encuentro. Pensaba en fiestas y en champán, en amigos vestidos con camisa que le repetían lo cojonudo que era, y en señoritas embutidas en seda que se le agarraban y le pedí