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Mostrando entradas de septiembre, 2010

NO HAY UNA SOLA RAZÓN PARA IR A LA HUELGA

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26 años. Licenciada hace tres. Desde entonces no he parado de trabajar. En un Gabinete de Comunicación , en una Agencia de información y Fotografía, y ahora soy redactora de varias publicaciones en una empresa del sector óptico. Además, estoy a punto de terminar un máster , para el cual, tuve que dejar de trabajar, pero no por ello dejé de tener ingresos. 26 años. Comparto piso. Mi única pertenencia inmobiliaria -con fecha de caducidad- tiene en torno a los seis metros cuadrados. Dos y medio de ancho por tres de largo. Suficiente para una cama, un escritorio, una cómoda y mi bicicleta. Tres años en el tajo. Sufriendo la precariedad de los contratos. Como becaria, de prácticas, con horarios interminables de seis de la mañana a ocho, sábados, domingos y festivos incluidos, por algo más de novecientos euros. Y aún tengo que pagar el préstamo, eso sí, sin intereses, que el ICO me concedió para que pudiera formarme tras terminar la carrera. 26 años. Y aún en el trabajo me llaman "l

ENAMORARSE

¿Cuánto tiempo necesitas para enamorarte?

REFLEJOS

Uno de los inconvenientes de ser una niña modelo es que raramente se cuestionan tus comportamientos.  Como tu moral suele ir en consonancia con el establishment adulto, pronto eres llevada al redil en caso de transgredir su delgada línea circular. Basta una llamada al orden apelando a tu sensatez y tu intachable carrera en el deber ser.En mi caso, se hacía siempre uso del eficaz y recurrente: “Qué pasa, ¿es que ahora vas a ser como tu hermano?”. No falla(ba), nunca. Miquel solía invitarme a una cerveza los fines de semana antes de hacer caja, “pásate a buscarme”, me decía. Yo acompañaba sus relatos de muchacho descreído con un refresco de limón. Tenía 21 años, él, 28. Adoraba su ritmo trepidante y desorganizado, sus líos de cama a lo Gil de Biedma y su ataque frontal a toda idea preconcebida. Él escudriñaba mi mirada en busca de desaprobación y admiraba mis ideas férreas, mi coherencia. Rebuscaba juicios de valor que yo escondía entre mis dedos y la servilleta.  Hablábamos de la

CÓMO NO ME VAS A QUERER

Cómo no me vas a querer si soy un bombero heroico que acaba de salvar a un gato al que se le incendiaban seis de sus siete vidas. Cómo no me vas a querer si soy el capitán de la nave que se posa suavemente en una América del Sur de un planeta lejano. Cómo no me vas a querer si acabo de ganar -por amplio margen- la Vuelta a Colombia en bicicleta y el Tour de Francia. Y definitivamente cómo no me vas a querer si soy capaz de soñar todos los sueños, incluso el más lindo de todos: soñar que tú me amas. Jairo Aníbal Niño (1941-2010)

TRANSPARENTE

No sé si saben que soy transparente. “Belén, ven a ver la foto de mi hija”; “Laura, ¿has visto ya el último folleto de la campaña?”; “Cristina, qué crees que debería hacer, ¿mantengo el fondo en azul o le incluyo una fotografía?”.   Mi nombre no es Belén. Ni Laura. Ni Cristina. Redacto un reportaje sobre salud visual. “La vuelta al cole”. Hay que incitar a los padres a que lleven a sus hijos al oculista. A esto se le llama actualidad periodística. No importa tanto lo que esté pasando ahí fuera -una Huelga General está convocada, pero lo más importante es que nadie se mueva- sino los hechos cotidianos que se repiten cada temporada o que nos hacen repetir. La creatividad brilla por su ausencia en este tipo de trabajos. Es más, en anteriores ocasiones, mi creatividad acabó manchada por un tachón azul de boli Bic Cristal. - Esto no se entiende - Es la preposición correcta. - Si no lo entiendo yo, ¿cómo va a entenderlo la gente de la calle? Por lo general no me gusta lo que escribo, lo q

NO ES LO QUE TODOS CREEN

- ¿Orgullosa?- No. - ¿Independiente? - No. - ¿Soberbia? - No. - ¿Desinteresada? - No. - ¿Entonces? -Llámalo timidez. 

A MI PRESENTE

Joaquín lo arrastra de seis de la mañana a una. Y seguirá haciéndolo mientras su jefe sea misericordioso.   Hace meses que las ñapas* dejaron de sonar en el teléfono del local. A Laura, sin embargo, le importa poco la imagen de su padre con manos callosas y estómago vacío a los veinte. Ella sólo quiere seguir alimentando el suyo. Continuar besando bocas, palpando culos, dejándose llevar a los lugares más oscuros. Pablo parece haber olvidado. Pulsó el botón delete y empezó de cero. No más derrotas, no más encierros en el bar. Todo el mundo tiene derecho a equivocarse. Y a rectificar. Elena llegó sonriente y cristalina y barrió de un suspiro la tristeza de su corazón. El suyo debe ser precioso. O pecaminoso, no lo quiere saber. Todos tenemos un pasado. La muchacha de la mochila azul, además, tiene cartucheras. Pero le ocurre algo parecido a mí. No le importa que la miren, porque lo que le gusta es lucir ese bonito pantalón vaquero y ser feliz en su presente.   *pequeñas obras domést