A veces me enamoro

Claudia dice: ¡Tía! ¿Cómo es que te dio por hacer el Camino de Santiago sola? Cristina dice: Lo necesitaba. Claudia dice: ¿Y eso? ¿Es que estabas mal? Cristina dice: Mi padre murió en un accidente de coche y mi hermano se ha enganchado a las drogas. Mi madre ha entrado en depresión y ha intentado suicidarse. ... Claudia dice: ¿Y eso? ¿Es que estabas mal? Cristina dice: Ya estoy mejor. Claudia dice: Bueno, tengo que irme, ya hablamos, un besito. Hay veces que ni el hilo telefónico ni la señal WIFI son capaces de disimular en la amistad tanta distancia.

Como Amaltea vago con rumbo fijo alrededor de tu cintura. Ya no recuerdo si fui cometa o un asteroide distraído, ni cuál fue la razón que me acercó hasta tu órbita, pero yo giro. Giro, y lo hago sin importar sea de día o de noche. Giro porque un buen día pasé junto a ti y me atrajiste hasta convertirme en tu Luna. Giro, obligada a mostrarte la mejor de mis caras, con la sola recompensa de saber que provoco mareas en tus entrañas.

Aspiró la última calada. Estampó la colilla contra el cenicero. Uno... dos ... tres... segundos con la mirada perdida en la nada. Y entonces me miró.  Aquella tarde me contó que sentía que su vida no tenía sentido; que era un cruce sin indicaciones y no sabía para dónde tirar (ni si le quedaba gasolina).