TERRAZAS
Las hay de piedra,
de madera de nogal,
de frío aluminio
o poliuretano.
De confesiones a media tarde
empapadas en café.
De primeras citas
cuyas tímidas rodillas
se esconden entre las patas y el decoro
para no llegar “más allá”.
De tardes de domingo, fútbol y euforia.
De sienes irritadas
buscando que sus penas
se derritan al sol.
Caprichosas,
sorteando viandantes
y multas de urbanismo,
ahumadas a las orilla de los pies
malolientes de la ciudad,
salpicadas por el canto de quien
se deja parte de su vida en una cerveza
y quien pide entre las cervezas
para sobrevivir.
Pagadas a escote
o sufragadas por la aún hinchada nómina
del nuevo mes,
envueltas en celofán
en el Bulevar de Montparnasse
o tapizadas de cáscaras de pipas
en la plaza mayor de Jerez de los Caballeros,
pero todas se recogen igual,
con la misma premura,
cuando sorprende la lluvia.
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