CARTA DE AJUSTE
“Quince para las nueve –decía- aún tengo tiempo para un café, ¿quieres que te suba algo?” y tras una sonrisa solía fijarse en mis medias o el broche de mi solapa.
Así era y así siempre la recordaré, ya que no pudo despedirse.
Hoy, como ayer, sigue levantándose puntualmente a las siete y de igual manera le sobra tiempo para un café. Absorta ante la pantalla gris de la televisión apagada piensa en qué hacer para rellenar la mañana. Como ya no cree en nada ni en nadie, ha vuelto a fumar.
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Al final, pasan las semanas, y la sensación de quienes trabajan (mínimo) ocho horas, es que lo único que han hecho es trabajar.