UNA INFELIZ CON COMPLEJO DE PUCHING BALL

La única manera de curar mi miedo al maltrato es enfrentándome a las personas que me maltratan

Trabajo con personas. Personas trabajando en grupo. Negar el conflicto sería la mayor de las estupideces. Lo quiera o o no, el conflicto está presente en mi centro laboral, y en mi relación de pareja, con mis amigos, mi familia... y es fácilmente reconocible entre aquellos que cruzan acelerados cualquier paso de cebra de la Gran Vía madrileña. 

El conflicto surge, nos sacude, aunque a menudo hacemos como que no ha pasado. Le quitamos hierro, sólo ha sido un ligero temblor, y nos justificamos pensando - ingenuas de nosotras-, que el papel resistirá, que no encontraremos su tinta perturbadora tras nuestra falsa pasada de página. Un consejo: no te engañes, no lo hagas, o acabarás encerrada en un bucle sin sentido, sin poder escapar a ese capítulo, a esa página.

La única manera de curar mi miedo al maltrato es enfrentándome a las personas que me maltratan. ¿Sencillo? A mí se me hace una montaña, pero si algo he aprendido en estos meses es que no hay camino alternativo al zigzagueado de la arena desde la ladera a la cumbre, y que la única manera de alcanzar la cima es habiendo sido clara con mi itinerario y con quién podía echarle -o no- un trago a mi agua.

En serio, puedes adornarlo con lucecitas -para que le duela menos a la otra persona-, poner tu voz más dulce o ser la más empática entre las empáticas, que no, no funcionará porque quien agrede no se da jamás por aludido, y además le importa un pito lo que tú puedas estar sintiendo o su responsabilidad en este juego. Pero sobre todo, no funcionará porque te estarás olvidando de algo fundamental en todo conflicto: te estarás olvidando de ti y de tus necesidades.

Si no te gustó la broma de tu amigo, díselo. Si estás cansada de ser la corre ve y dile de tus familiares, plántalos. Si no te sientes reconocida por tu pareja o amante, coméntale por qué y cómo te hace sentir eso. Si alguien te falta al respeto, te agrede, o pasa por encima de tus límites, exígele respeto y después mándalo a la mierda. Y hazlo por ti y por tu bienestar interior porque lo más macabro de toda esta historia no son sus palabras, su jeta o sus gestos, lo más macabro es la gran maleta de conflictos inconclusos que cargas. 
En serio, odio esta maleta que arrastramos y seguiremos arrastrando si no hacemos algo con ella, no sólo porque nos sintamos obligadas a cargar con ella, sino porque que además la jodía se revuelve y mezcla el color de ojos de tu jefe con lo nublado que estaba aquel día en que tu ex te gritó, y te convierte en una víctima potencial, una chica fácil para todo aquel que quiera dar cera y acabar un poco con su frustración.

No, nadie dijo que fuera fácil, pero ¿acaso hay otra alternativa? A menos que quieras seguir siendo una infeliz con complejo de puching ball toda tu vida.

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