DEL OTRO LADO

Hoy que todos se aman, que no queda espacio para el silencio y el ayuno, siento más que nunca la necesidad de desaparecer.


Junto a la puerta: seis botellas de leche. El aviso de que bajo la niebla todo permanece. Puede que soplaras con fuerza, pero esta casa no es de palillos, cerda. El lobo con piel de cordero me recuerda que pese a que me haga la entera, mi respiración aún se entrecorta ante su aliento. Ya debería saberlo: la familia es la institución social más tenebrosa que existe. 

Mi cartón ha perdido los números. Mis caderas se me antojan más gruesas de lo que en realidad son. El Euromillón tocó en mi barrio el verano que no estaba en casa. Todos pronuncian su nombre como un triunfador. Mi abuela ya no me convida a chocolate. Todos saben que marché. Nadie pregunta nada. Las paredes de esta casa continúan impregnadas de su olor. Él siempre gana.

La pantalla de mi moderno smarthphone repiquetea. De fondo sopla Bill Evans. Cuando once años después me prometiste que siempre me amarías, jamás imaginé que fueras a hacerlo tan fuerte. Gracias a ti la primavera está aquí, hoy, 31 de diciembre.

Volver a casa es como un viaje sin retorno a la habitación de los horrores. Por suerte, nadar me relaja. Nadar con mis piernas peludas dejando que mis contracturas se pierdan en la claridad del agua. ¡Tantas personas esperanzadas! El fin de año ya está aquí y parece que el hacer balance les librará de la quema. Benditos... 

En esta ciudad los coches cubren las aceras. Del otro de la ventana, los hombres se besan y los comercios cierran. Dentro, mi buzón rebosa, los labios me saben a hierro gastado y ellos se afanan para que el nuevo año les pille -como quieren- confesados, mientras yo paso de tanta liturgia, yo te espero ya del otro lado.

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