ME FUI

Hubo un tiempo en que yo notaba cuando una mirada no me era esquiva. Es más, me buscaba, y yo intuía que lo único que deseaba era acabar la noche conmigo.


Algo así como un servicio GPS que me guiaba desde el punto inicial, el de la seducción, hasta el punto final, nuestro destino: el rincón menos concurrido del bar, generalmente junto a los baños. 

No necesitaba rituales, adornos, ni que me regalaran los oídos, sabía anticiparme a todos ellos. Quizá por eso mis encuentros raramente se convertían en citas a la semana siguiente. 
Mis movimientos rápidos y directos, dejaban a aquellos hombres postadolescentes tan perplejos, que no se planteaban si quiera que yo pudiera querer algo más. Y seguramente estaban en lo cierto. 

El sábado sentí una sonrisa cascabeleando que no me marchara. Presentí estómagos nerviosos y ganas de emborracharme y sacarme a bailar. "¿Te marchas tan pronto? ¿Ni si quiera una copa más?". Puede que haya perdido la inocencia o que mi kilometraje ya no sea el mismo; que me estén buscando en la localización donde creyeron abandonarme, cuando yo hace tiempo que escapé de aquella gasolinera.

El caso es que me largué y no me arrepiento.

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