NO ES NO

Que un día mi cabecita efervescente se planteara intercambiar fluidos contigo no me convierte en tu polvo en la recámara.

«Es como la que se pone escote y luego espera que le miren a la cara». Entiendo que debe ser realmente complicado para un hombre entender las lógicas que día a día y de manera silenciada, sufrimos especialmente esa otra mitad de la población a la que denominan «las mujeres». Habitualmente les escucho hablar sobre ese "ser extraño", que no es otra cosa que sus madres, sus parejas, sus amigas, personas cotidianas y fundamentales en sus vidas que se difuminan y pierden el rostro cuando lo que se cuestiona es su manera -injusta, casi depredadora- de relacionarse con ellas.

Aquella tarde, lejos de casa, no quise jugar la baza del «aquí está mi chico, tu vecino» porque eso habría sido darle la razón. Pero me sentía tan cansada que estuve tentada a hacerlo. Los hombres deberían respetarme por lo que soy no por lo que represento dentro de este indeseable sistema patriarcal que nos constriñe. No quiero ser más «la hija de», «la hermana de» o «la novia de fulanito». Quiero que tengas en cuenta mi decisión y sobre todo, que la respetes.

Durante aquellos días me pareció divertido, diferente. Me gustaba sentirme deseada de esa manera tuya tan irracional, que me escribieras a cualquier hora sólo para decirme que no podías dejar de pensarme. Me dije que por qué no probar, agarré los dados que soltaste sobre mi escritorio y dejé que me pasearas por el tablero.

Si salgo de noche tengo que sufrir a los «moscones de discoteca», auténticos acosadores nocturnos que no aceptan jamás un «no» por respuesta. Con frecuencia cuando un hombre intenta seducirme, me veo obligada a demostrar que mis «nos» son «nos» sin condiciones, como si la conquista de mi corazón -o mi entrepierna- incluyera terribles pruebas de resistencia.  

Chantajes, manipulaciones, existen hombres que no salen de casa sin sus instrucciones sobre «Cómo comportarse para arrancarle esa «última» cita que tanto deseas. 1.- Invítala a un café y rápidamente responde que sólo una bruja sin corazón podría negarse». Él sabe que eres una santa, que te educaron para no herir a nadie, y quiere aprovecharse, quiere desvirgarte sin contemplaciones. 

Las mujeres no podemos disfrutar con libertad de nuestra sexualidad. Si renunciamos al modelo de «mujer beata» dejamos de poseer nuestros cuerpos. Nos convertimos en putas, sus putas, mujeres a su servicio. Mujeres cuyos «nos»ya no valen nada. 

Varios meses después yo puse mis ojos en otro cuerpo y nuestra «historia» a fuerza de obligarme perdió toda su intensidad. Ya no era divertido, ya no era un juego, era la imposición imposible de un príncipe caprichoso que no quería reconocer que lo que sostenía sobre sus manos no era ya más que un juguete roto. «Quiero jugar, quiero jugar, y tú también tienes que querer conmigo porque un día quisiste». «No quiero hacerlo, no voy a hacerlo más, por favor acéptalo y no me molestes». 9 meses después aún recibo sus mensajes pidiéndome «hacer las paces».

Convénzanse de que por mucho que rellenen mi copa, eso no va a convertirles en alguien más apetecible. ¿En serio quieren restregarse a toda costa con alguien que piensa que despiertan el mismo interés que un chimpancé rascándose las pelotas? 

Que un día mi cabecita efervescente se planteara intercambiar fluidos contigo no me convierte en un polvo en tu recámara. Asúmelo de una vez y deja de acosarme. No es No.


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Comentarios

Amando García Nuño ha dicho que…
Si en lugar de por el tablero, te paseo por el aplauso, ¿lo aceptarás? Sólo una bruja sin corazón podría hacerlo.

Texto claro y contundente. Lo lamentable es que haya que seguirlo escribiendo, una y otra vez.
Abrazos, mujer de. ¿De? Va a ser que no.
Vértigo ha dicho que…
Estaba leyendo pikara magazine (a donde he llegado por otro lado) y me he encontrado con este artículo.. y me he acordado que ya lo había leído... Que pequeño es el mundo!!
marta mediano ha dicho que…
Preciosas coincidencias, Vértigo, ¡y muy buena revista!

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