SOBRE LA AUSENCIA Y SUS TEMPESTADES
Habían anunciado a primera hora un virulenta borrasca sobre su cama. Vientos alisios en el comedor y frío polar entre el bote de champú y la esponja roída.
La chica simpática del pronóstico metereológico, la de los muslos gruesos y la cadera estrecha, la misma rubia de sonrisa pícara y pechos prietos que tanto se parecía a Elvira, había anunciado a primera hora un virulenta borrasca sobre su cama. Vientos alisios en el comedor y frío polar entre el bote de champú y la esponja roída, con riesgo de alcanzar alarma naranja por bajas temperaturas.
A las cuatro de la tarde el agua reventaba los armarios, de las lámparas y los espejos se dibujaban cascadas y desde la mesilla de noche a lo largo de todo el pasillo, La Metamorfosis de Kafka, una colilla a medias y un paquete de condones vacío y caducado, formaban un remolino arrogante que golpeaba las paredes derribando cuadros y fotografías, manteniendo al gato temeroso en un rincón.
Los zapatos y las medias flotaban sin orden ni concierto por las habitaciones y la violencia del viento provocaba desgarramientos de cortinas y cerraba y abría puertas con violencia.
Julio fingía dormir, -atormentado por la escena- decidido a no faltar a su orgullo varonil a pesar de que nadie le observaba. Curiosamente, mientras, al otro lado de la ventana, sus vecinas cuchicheaban sobre el extraño olor de su basura y el sol pegaba con fuerza sobre la baranda de la terraza.
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