DE AVANZAR
La primera vez debería terminar con un "te amaré siempre", y no con un teléfono descolgado y ganas de bajar a la calle a verte con tus colegas.
Conocí a Samuel en una especie de campamento de verano. Él tenía 15, yo, 16, así que no se puede decir que fuéramos especialmente jóvenes. Fue el flechazo adolescente más bonito y emocionante que una niña monjil y marimacho como yo hubiera soñado jamás: dos chicos de entornos y regiones diferentes comienzan una conversación absurda (¿qué no lo es a los 15 años?), e igualmente alejados de casa de sus padres descubren que pueden hacerse reír durante horas. Un día después están robándose besos furtivos en un pabellón.
A este principio hollywoodiense le siguieron celos, desilusión y un final tan obsesivo como triste, porque sin más, él primero desapareció, luego me negó la palabra y finalmente buscó cobijo entre los pechos de mi mejor amiga. Y es que era un niño y yo, la más boba del recreo. Y lo digo así, sin acritud, porque hoy, 12 años después, a las 9.05 de la mañana, la pestaña siempre abierta de mi correo yahoo -a la espera de la citación de una entrevista de trabajo- se ha iluminado, y efectivamente, era Samuel.
Reconciliarse con el pasado no es algo que tengamos siempre a mano y salvo raras excepciones, no recibimos vía postal el certificado de nulidad de un mal noviazgo o la absolución de cargos ante una ruptura. Más bien, suelen pegarnos con la puerta en las narices, y nosotros, en respuesta, tiramos sus fotos, cartas o regalos a la basura. ¿O no...?
Siempre me han dicho que soy muy buena. Lo soy. "De buena que soy, soy tonta", les apunto. Pero al final, quien es auténtica, acaba por recoger los frutos de su coherencia. "He conocido hombres más malos que tú, no te preocupes, no estás en mi lista negra.
Además, fuiste el primero, así que siempre serás para mí alguien especial". Abrir la caja de galletas danesas de mis fracasos sentimentales me ha servido además de para recordar momentos dulces e inocentes, para darme cuenta de la cantidad de errores que he cometido en mis relaciones con los hombres. Les he idealizado, me he obsesionado con ellos y finalmente, he permitido que me faltaran el respeto repetidas veces durante nueve años.
"Creo que lo que pasó es que me dio miedo que me gustaras de verdad, por eso debí salir corriendo. Te recuerdo guapa e inteligente, y muy buena, tal como ahora". Abrir puertas, ventanas o respiraderos al pasado puede provocarnos somnolencia, náuseas, nostalgia, o consolidar procesos. Yo siempre he preferido avanzar. Soy bonita, lista, buena y feliz, y si algún día me rompiste el corazón, seguramente ya te haya perdonado.
A Luisma, para que encuentre su camino (otra vez).
Comentarios
Por cierto, creo que todos tenemos esa caja (en mi caso es de un sombrero) con mil recuerdos, de todo tipo, dentro.
Mua!
Sigue desbordándolas, oyente.
Un beso! ^^
Sobre lo de lidiar con el rencor... estoy trabajando en ello pero me cuesta horrores.
El tiempo lo cura todo.
Me gustan tus textos :)