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B.

Es difícil repetirse “está mal, ahora no puede” y vivir (a veces). Ha dejado de beber, come sano y hace deporte. Esculpe en su cuerpo lo que tú necesitas. “Es por aquí “, el (decimonoveno) intento  inútil  de solucionar algo que no está en su mano. Tiene miedo de que no estés tú al otro lado del volante, de que esos muros vuelvan a cerrarse y morir asfixiada al otro lado.  Aguanta un nuevo crochet de la vida. Se tambalea. ¿Qué hay de ella en esa historia que coloreas cuando no estáis juntos?  A ambos lados del camino, extensos campos de cebada y un octogenario en bicicleta.  No quiere volver. No quiere volver a estar sola.

LOS DÍAS GRISES

No es la primera vez que estoy aquí. Curiosamente siempre me recuerdo en verano. En verano, con pareja y sola, tratando de reconstruir  no sé el qué en un solar desolado.  Lo he intentado varias veces, pero no soy capaz. Escribir diarios es cosa de valientes. Yo aún no estoy preparada para hacerme cargo de ciertos episodios de mi vida. Se me siguen haciendo bola, como los champiñones, aunque disimule con elegancia cada vez que me como una pizza carbonara. Creo que me voy a morir pensando que hay partes de mí que no vas a poder entender nunca . Mi profundo autodesprecio, la vergüenza de no ser suficiente y la tristeza que a veces me invade, extremadamente vívida desde adentro, y desde a fuera, tan irracional. La escucho atenta. Tiene 18 años, ganas de comerse el mundo y mucho miedo. Ojalá alguien a su edad me hubiera dicho que no había nada malo en mí. Ojalá alguien pudiera decírmelo ahora, porque yo no me creo. Beber cerveza y escuchar Un golpe de suerte  desbloquea mi saber estar, la

SÓLO YO

No eres lo suficientemente guapa, delgada, inteligente o divertida. En serio, mírate. Tú no eres como ellas. Ha sido un año de darme mucha importancia y al mismo tiempo, tirarme a lo más profundo del cubo de la basura.  De sentirme pequeñita, insignificante, como la nota en la nevera que acaba sepultada por el nuevo "Menú del mes" bajo el imán de recuerdo de aquellas vacaciones en Tarragona. De compararme, de competir, de no encajar en las expectativas y pensar que eso me condenaría a la soledad eterna. De desmarcarme y que tiraran de mi correa. De no rendirme, de pelear hasta la ansiedad y los números rojos en la cuenta. De hacer las cosas bien, hacer las cosas mal, y seguir viva. De gritar, de no callar, y de marcharme de aquellos lugares donde yo no podía ser yo. No ha sido un año fácil. He soportado mi nariz de payasa más de lo que hubiera querido. Me he marchado de demasiadas fiestas llorando. He echado de menos tanto como he comido en exceso carbohidratos, y me ha cost

ESTA MAÑANA

Nunca he tenido la piel tan hidratada. Jamás había enmarcado mis propios dibujos. Antes, ni siquiera dibujaba.  Yo, antes leía . Ahora también. Se me da fatal gestionar los conflictos internos de mis parejas. Por eso, en las últimas dos horas, me he comido una bolsa de pipas, media de pistachos, dos frutas (por eso de compensar) y un trozo de queso; y he frenado, al menos tres veces, mi impulso de huir. Esta mañana ha anochecido en Madrid.  Estoy sola, sola en casa y no me concentro entre tantas montañas de papel, tantos "to do" y tantas ganas de nada.  Un caballo sin nombre descansa en el sofá, junto a mi guitarra, mientras que un picor interno de estómago y corazón mantiene mis posaderas lejos del rincón de la productividad. Vivir huyendo , creo que en eso somos éramos parecidos. Tú marchabas al monte y yo, yo lloraba calle abajo hasta el centro. Aunque, huir ¿hacia donde? Huir, ¿para qué? Si nunca me había puesto tan cachonda que me hicieran croquetas.  Te quie

LA INCOMODIDAD

Hoy me he pintado la cara para no parecer tan triste. No ha funcionado. Últimamente los sábados me recuerdan demasiado a una vida anterior. Agoto las mañanas en pijama, escuchando canciones de La Cuenta Atrás , arrastrando los pies de habitación en habitación. Recojo la casa, barro y friego, y relleno las baldas del frigo. He vuelto a autoproclamarme madre de una familia que no existe, y  que esto te ocurra una vez es una putada, dos, es que eres gilipollas. Hoy me he pintado la cara para no parecer tan triste. No  ha funcionado y ahora me siento vacía y sola. Vacía, sola y guapa como una modelo de la televisión. No consigo conjugar ser "la fuerte e independiente" y necesitarte tanto. Y me avergüenzo de ello. Mañana es ocho de marzo y me pregunto si no sería buena idea pasearme por las calles de Madrid con esta proclama:  "Hombres del mundo, nada nos haría más felices que que se hagan responsables de sus hogares. Dejen de regalarnos cosas materiales y hagan la

LA DISTANCIA INSALVABLE

No sería justo culpar a Enero. Soy melancólica por naturaleza.  Estoy s ola en mitad de un descampado. Tengo miedo. Bajo mis pies, escombros, latas de cerveza oxidadas, una silla de playa y restos de una hoguera improvisada al compás de una rumbita mala.  Antes, cuando quería huir de algo o de alguien, caminaba. Lo hacía sin rumbo fijo, en mis calles o en ciudades extrañas, con la mirada baja y las mejillas cortadas por el frío. Caminaba  hasta que lograba que se me escapara una lágrima, era mi manera de amansar la rabia y dar salida a mi dolor. Afortunadamente esta noche mi vecino no ha intuido las rayas azules de mi pijama bajo el pantalón. Afortunadamente, porque habría sido mi respuestas más bochornosa a la vuelta del Chino tras la ya mítica “¿y tú amigo, dónde está?” , o la descarada apología a mi novio del del bajo C. Jamás imaginé que aquella Noche de Reyes me regalía nuestro reencuentro en Pozuelo de Alarcón.  “Sabes que echo de menos tus palabras, que sigo tu blo

LA CHICA DE LAS PUERTAS TRASERAS

El silencio reina entre canción y canción, pero ya no hay tristeza. La Navidad se acerca con su parca de cuadros rojos y negros mientras yo la observo de lejos fingiendo ser la señora de mi casa.  Éste  ha sido el año de cambios, poca lluvia y alerta por contaminación, en el que se me han muerto dos cactus y he abandonado personas, trabajos y estaciones de autobuses a lo grande.  He dejado de ser la chica de las puertas traseras.   No, no he llegado a hacerme con el robot de cocina y he vuelto a engordar ese par de kilos que me impide calzarme los vaqueros que tanto me gustan , pero he dejado de sentir culpa. Últimamente  sólo sé que te extraño y que la fuerte marejada en mi pecho ha amainado, n o sólo no te marchas, has comenzado a abrazarme en sitios públicos.  Antes creía que  sólo escribía cuando estaba triste porque tenía la extraña sensación de no merecer lo bueno que me estaba pasando. Hoy, quiero registrarlo todo, su olor, su sabor, sus pellizcos, quiero ser dueña