VALORES ABSOLUTOS
El problema de los absolutos es que nos dejan una resaca terrible cuando se van. Caminamos, giramos esquinas, chocamos y hasta a veces nos detenemos soñando con imposibles. Que Alicia me quiera. Que del número desconocido respondan para una entrevista. Que el gimnasio sirva para algo y desaparezcan estas cartucheras. Que Mauricio vuelva a ser el chico del que me enamoré. Que no llegue la factura. Que el espejo no mienta. Que no sea nada lo del taller. Que la distancia entre los dos se disipe como el olor a tabaco en la boca mascando chicle. Los ideales son como las promesas de fin de año: nos empujan a avanzar. Sin embargo, también nos hunden en la miseria cuando alguien nos señala que no arrojamos el cigarrillo el primero de enero o que la matrícula de la escuela de inglés no es reembolsable si no cumplimos con las clases en el primer mes. ¿Realmente llegamos a rozarlos con las yemas de los dedos o es sólo una ilusión? Nos convencemos de que los tenemos en espacios limitado...